Diez y media de la noche de un día agitado. La oficina, cargada de humo de tabaco y del calor sofocante del día, se revelaba ahora con la atmósfera pesada de la noche de verano. La ventana invitaba a la brisa a pasar y ésta la ignoraba elegantemente; no se movían ni las sombras. Era un despacho con alfombras raídas, un fichero metálico en la esquina al lado de dos sillas tapizadas en cuero que alguna vez fue nuevo, un escritorio amplio tras el cual un sillón de respaldo alto era el sitio donde más cómodo se hallaba. En la entrada, una puerta con vidrio con su nombre pintado, daba acceso a la salita de espera; luego otra puerta la comunicaba con la habitación principal.
Exhausto, se arrellanó en su sillón, abrió el cajón superior del escritorio de madera lustrada, sacó la pipa y el tabaco envuelto en cuero y sujeto por una goma elástica, raspó el fósforo contra el lomo de un bibliorato y acercó la lumbre aspirando repetidas veces. Tiró el fósforo al cenicero de madera cayendo sobre las ya abundantes cenizas grises haciendo un minúsculo remolino. Relajó los músculos de la espalda y extendió los brazos hacia adelante, en un ademán mecánico, pensando si debía o no tomar ese caso.
Sabía que todo lo que le dijo era mentira, nada de lo que esos labios rojo sangre habían articulado tenían atisbo de verdad. Los ojos pardos de esa mujer le habían intentado tender una trampa, en la cual no estaba muy seguro de no querer caer. Para ayudarse a tomar esa decisión, se dirigió al archivero, abrió el último cajón y sacó una vieja botella de VAT 69 con el tapón sellado, regalo de algún cliente satisfecho. Volvió a su sillón, sacó un vaso y lo llenó, lo olió y aunque se estremeció al hacerlo, lo bebió suavemente. Los ojos cansados se le nublaron al instante, más no perdió la claridad ni la certeza de que si aceptaba el caso, no obtendría más que problemas y disgustos, ni hablar de los veinticinco dólares por día que había pedido como honorarios que ahora juzgaba escasos.
Se quedó mirando hacia adelante, escuchando la nada y su silencio, midiendo el largo de una cucaracha que paseaba por el zócalo. Un olvidable día terminaba en una olvidable noche. Guardó la botella de whisky en el cajón, se sacó la pistola de la zobaquera y la guardó bajo llave en la caja fuerte, cerró la ventana, tiró las cenizas y los fósforos en el cesto de basura, apagó las luces y desconectó el timbre de la oficina, pisó con desdén la cucaracha noctámbula y salió hacia el pasillo rumbo al ascensor.
Afuera, hedía de vapores citadinos. Nada que no haya olido antes.
¿Que te pasa hoy Marlowe? No estás humano esta noche.
Parece que va directo al desastre.
ResponderEliminarBesos.
Tal cual, están ahí todos los ingredientes de una película de desastre. Lo bueno del personaje es que no le esquiva al bulto, la va a protagonizar aunque sepa de qué se trata...
ResponderEliminarMuy cine negro! Fabulosa estampa.
ResponderEliminarQué buen texto, donde en realidad no pasa nada pero pasa todo!
genial!
Un beso grande.
Me gusta mucho esa atmósfera decadente de esa época, los 40 o 50, el detective, el humo de cigarrillo, los autos grandes, es muy atractivo para el relato.
EliminarY bueno, lo de que no pasa nada es por mí tendencia a la descripción inútil, jajaja!!
¡HAHA! justo estaba escuchando "Naima" de John Coltrane mientras leía ésto, como anillo al dedo, serendipia.
ResponderEliminarTal cual, sería una bande de sonido que esté detective podría elegir, aún a regañadientes porque es racista aún a pesar de su bondadosa honestidad.
EliminarMarlowe, cada vez que ve una pared, la embiste con la única fuerza de su voluntad, nunca piensa en rodearlas o en buscar una puerta. Lo extraño es que casi siempre las paredes terminan por caer.
ResponderEliminarMe ha gustado la historia en blanco y negro, porque.. era en blanco y negro, ¿verdad? Yo la he visto así.
Tiene esa ciega convicción, ese temple porfiado de los estúpidamente honestos. Tal vez por ese motivo, no hay pared que resista. Y si, fue en el mejor blanco y negro que pude conseguir en esta era de lo digital.
EliminarIncluso los mejores tienen días en los que no quieren serlo.
ResponderEliminarSaludos,
J.
Resistirse a lo inevitable, los héroes lo son aún a pesar de los propios deseos.
EliminarQué buena descripción vas haciendo y además lo he visualizado como si de una peli se tratara, y es que todo puede ocurrir en una noche.
ResponderEliminarBesos.
Imaginatelo en blanco y negro, con bastante humo y smog en la atmósfera, traje de corte clásico y cuero en los sillones, alfombrados raídos y mucho metal en los muebles, tal vez algo de madera. Whisky, sombrero y corbata, ojos negros y manos fuertes...
EliminarBlog mais lindo!
ResponderEliminarApaixonante!
Beijinhos carinhosos.
Hola Cléia!
EliminarBienvenida a esta Ciudad, siempre con los brazos abiertos recibimos a nuevos vecinos!
Te dejo mis besos y espero leerte!