La ciudad ya no es lo que era antes.
Ya no se puede salir y caminar tranquilo por la vereda sin correr el riesgo de que un motochorro te arrebate la bolsa (y a veces la vida); no se puede cruzar la calle sin sufrir una catarata de bocinas acusadoras; no se puede pasear por la costanera sin arrugar la nariz, no puedo ir a la feria sin tener la sensación de que alguien me está estudiando los movimientos para asaltarme; no puedo andar en bicicleta con los codos relajados sin pensar que un colectivo me los va a arrancar de un viaje.
Ya no logro relajarme caminando despacio, arrastrando los pies por las baldosas, entrecerrando los ojos por el brillo del sol como hacía hasta hace un tiempo.
Ya no consigo estar tranquilo, sentado en un banco de la plaza, tomando mate, leyendo un libro o mirando la gente pasar. No lo consigo porque la mente está alerta, a la defensiva, en lugar de relajarse y vagar por esa soporífera ensoñación que es el ocio mental.
Quizás la ciudad está evolucionando hacia un modelo agresivo, impersonal y soy yo el que no se sabe adaptar. Puede ser cierto, tanto como que la velocidad en la que vivimos inmersos ya me supera con amplitud.
Quizás la ciudad se está olvidando que los que la habitan son seres humanos que necesitan de espacios de esparcimiento, de lugares tranquilos, de sombras refrescantes y zaguanes amigables. También eso puede ser verdad.
Pero lo que más me perturba es la pasividad con que los ciudadanos nos acostumbramos a la violencia urbana, nos dejamos atropellar por las injusticias y se nos forma un callo en el espíritu, se nos estancan los sueños que creímos importantes y ya no somos capaces de reconocer siquiera a nuestros amigos, a nuestros objetivos, a nuestra familia. Asumimos que lo malo es moneda corriente, que la desgracia es normal y nos olvidamos que hay cosas mejores que nos podrían pasar, que nos merecemos.
Tengo miedo que esta actualidad de terror se nos haga carne y no podamos recuperar para nuestro placer esa ciudad que nos pertenece. Tengo aún más miedo que esta realidad sea culpa nuestra, que no supimos valorar las cosas sencillas y tranquilas y corrimos sin mirar atrás hacia lo que pensamos sería el futuro mejor.
jueves, 24 de julio de 2025
Ya no queda tranquilidad
jueves, 10 de julio de 2025
Ausencias
Algunos dicen que vivamos
el presente,
que no lloremos por el pasado
que no pensemos en el futuro.
Otros dicen que ahora
estamos todos
y que en un futuro próximo
quizás no estemos,
que nos invadirá una ausencia
la cual calará hondo en nosotros
y lloraremos,
y gemiremos
por un poco de compasión
pero por sobre todo
por un poco, solo un poco
de compañía.
No te vayas todavía
no me dejes con tu ausencia
solo me hará sentir un poco más solo.
No quiero ver
que me invade la oscuridad
que todo se vuelva hostil.
Tal vez me sienta herido
y no pueda razonar,
y no pueda sentir,
quizás la sombra de tu soledad sea tan grande
es muy posible que me pierda en ese laberinto
ausente,
sin tu calor
ausente
sin tu compañía
ausencia
si tu no estás.
jueves, 3 de julio de 2025
Ciudad Abierta
Estimados lectores variopintos de este espacio, hoy les propongo dejar de lado las estructuras,
las formalidades. Hoy, la idea es apelar a la verdad, a la libre
expresión que habita en sus cuerpos.
Hace mucho tiempo, en un canal de televisión (les recuerdo que antes del streaming, hubo algo que se llamaba así) por cable (si, había canales de un largo listado y algunos de ellos eran gratis, incluso) hubo un recordado programa que consistía en posicionar una cámara en la calle digamos en la boca del subte o frente a la salida de un supermercado en el que el ciudadano común accedía a un micrófono y contaba, decía, enumeraba, gritaba en algunos casos, lo que en ese momento le pasaba por su mente.
Hace mucho tiempo, en un canal de televisión (les recuerdo que antes del streaming, hubo algo que se llamaba así) por cable (si, había canales de un largo listado y algunos de ellos eran gratis, incluso) hubo un recordado programa que consistía en posicionar una cámara en la calle digamos en la boca del subte o frente a la salida de un supermercado en el que el ciudadano común accedía a un micrófono y contaba, decía, enumeraba, gritaba en algunos casos, lo que en ese momento le pasaba por su mente.
Después, evolucionó y se convirtió en un delivery en el que enviaban el equipo a tu casa, trabajo o donde sea que estés para poder expresarte más cómodo.
Es probable que haya en la profundidad del archivo de internet algún rastro de ese programa que si les satisface la curiosidad, pueden buscar.
Ahora, instigado por la necesidad, reformulo el
formato para el monitor blogger y los escasos transeúntes que se congregan en la vereda de este espacio.
Piensen que es una pared limpia, escriban sus graffittis y coloquen sus estenciles. Piensen que es un cartel que hay que vandalizar.
Piensen que es una pared limpia, escriban sus graffittis y coloquen sus estenciles. Piensen que es un cartel que hay que vandalizar.
Tal vez, puede ser una audición para una película o una sesión de psicoanálisis, ustedes adapten este espacio y tomen posesión.
Si quieren dejar su frase célebre, su firma o cualquier cosa, algo, lo que sea (dentro de las convenciones que permite el formato), este es el momento.
Si quiere en cambio ignorarme, bueno, también es aceptable como forma de expresión.
Si quieren dejar su frase célebre, su firma o cualquier cosa, algo, lo que sea (dentro de las convenciones que permite el formato), este es el momento.
Si quiere en cambio ignorarme, bueno, también es aceptable como forma de expresión.
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