lunes, 24 de marzo de 2025

Nada

Atrás de mi quedaron las peligrosas penurias, la travesía por el borde del mundo y el filo decadente de incontables peligros y después de tanto tiempo he llegado.

Nada.

Al final de todo, no quedó nada. Lo que existió se consumió en medio de espeluznantes gritos, se transformó en otra cosa que no es sino la muerte en vida o simplemente se hizo recuerdo. La tierra yerma impasible se deja arrastrar por las ráfagas violentas de un viento mortal.

Tanto afán para cumplir los deseos, tanto apuro para llegar al final, solo para encontrarme con un desierto infinitamente vacío. Sopla el viento siniestro, silba entre los ramajes desnudos de algunos flacos árboles que no son sino sombras muertas de un pasado olvidado. Pobre metáfora de un futuro que nunca existió sino en mis sueños; berreta figura de una promesa que nunca se cumplirá.

Nada.

Ni siquiera odio ni rencor; ni frustración ni reproches; ni bronca ni desprecio. Todas las voces que alguna vez se alzaron, mudas. Todos los brazos que alguna vez se sacudieron, estáticos. 


Lo que pudo haberse sentido en algún momento, ahora ya no es más que historia. Dejó lugar, si cabe la expresión, a un vacío etéreo, a una nada potente. Tal vez miedo, aunque no sé ya lo que eso signifique.

Ahora que no hay sino desolación, soledad infinita en la penumbra de un atardecer que lo cubre todo, miro hacia adelante. Atrás no hay nada que me interese. Adelante tampoco, pero no hay opción.

domingo, 16 de marzo de 2025

Un día

Un día, la gente, el ruido, la calle, el sol;
salir de mañana corriendo al trabajo
y olvidarlo todo, no sé que es mejor.
Tener la certeza de estar en camino por la huella mejor.
Saberse contento, saberse vivo, y tener un día para quererte hoy.
Volver a la calle, la gente, los gritos;
que esto, que aquello, y la radio que hoy dice que se quejó la tierra,
que murieron niños, que subieron los precios y que qué se yo.
Llegar a la casa, la paz (que tranquilidad)
húmeda dulzura del olor a peperina del salón.
Saber que está ella, saber que me espera, saber que en un rato, todo ocurrirá.
Hola, que tal, como te fue, bien; y es todo.
Después la comida y la tele muestra más de lo mismo.
Ella a dormir la siesta, yo me quiero quedar, quiero un mate y no hay yerba;
inútil intento, fracaso al buscar.
La tarde se torna soñolienta, y poco a poco los ruidos se apagan.
La tierra me llama al regar las plantas. Desgrano terrones con mis dedos,
en la casa murmullo lejano de bravas peleas entre políticos.
Sonrío, camino y retorno a mi cubil, levanto la mochila con mis cuadernos y me voy.
Camino por las calles, me siento feliz, me cruzo con gente que dice (se queja)
que el sueldo no alcanza, que no hay referí, que este gobierno... (yo sigo sin tomar mate) y me fui.
Timbre y que tal, pasé a saludar, todo bien? mejor no te cuento...
Uy, que tarde, me voy, que corta la visita, yo y vos que nunca venís.
Vuelvo a la calle, la bronca, las bocinas y los semáforos, me meto en la oficina, mando mail, recibo mail;
y más tarde... al fin, de vuelta al hogar.
Ey, como andas... que hay de cenar; vos tendé la mesa que ya está lista la cena.
Más risas entre dos, sobremesa y a la cama, el sueño esperar.
Hojear un libro, reveer el día y planificar el de mañana. Me aferro a su cintura, escondo el rostro entre su pelo.
No importa, mañana otro día será.

martes, 11 de marzo de 2025

Lo que llega a tu puerta

El ser humano tiende a buscar respuestas para todo, explicaciones que tal vez le den un poco de luz a su opaco, finito entendimiento; porque no puede aceptar que no hay un motivo por el cual vivimos. Quiere saber para comprender, indaga para llegar a una conclusión, se pone objetivos a todo plazo y trabaja para cumplirlos.
Cada individuo mira hacia adelante en busca de su felicidad, navegando en un mar inhóspito, aferrado a bloques que como cualquier objeto por allí está sujeto al capricho de las corrientes. A veces van en la dirección deseada, otras nos desesperamos braceando con ahínco sin aceptar que quizás el retroceso sea parte de un aprendizaje.
Ciertos procesos se repiten en forma cíclica, en forma insistente. Esto nos dejan un doble sabor, una mirada bifurcada. En primer lugar nos parece familiar, una sensación de deja vu, un lugar conocido pero no reconocido. También amargo, en definitiva si una cosa se nos vuelve a presentar en la vida es quizás porque la primera vez no fuimos capaces de aprender de ella y es necesario volver a vivirla para realmente crecer como persona.
Caemos y nos levantamos; tropezamos y volvemos a mirar hacia arriba. El convencimiento de que nos merecemos estar de pie nos hace peligrosos, nos hace respetables.
Cuando llega a nuestra orilla algo extraño, algo nuevo, inmediatamente lo apropiamos y queremos saber todo de él, preguntamos e indagamos. Yo estoy seguro que es al revés. Las cosas que hacemos, hablamos, las persona que nos rodean, las dudas y preguntas que nos hacemos es lo que nos dice todo de nosotros mismos.
Aquel bloque que se arrima a nuestra puerta responde a algunas de nuestras preguntas, alguna necesidad que nos está aquejando. Viene en nuestra ayuda, viene a aportar algo de claridad.