De pronto, el viento que golpeaba su rostro le hizo sentir una
inesperada, desconocida sensación de liberación de esas trampas cotidianas que lo
atenazaban todo el tiempo. Ya los gritos de su hermana pidiéndole plata para pagar deudas y
los ruegos estilo telenovela de la tarde de su madre para que se consiga un mejor trabajo ya no le parecieron tan relevantes. De ahora en
más, los problemas los tendrían que solucionar ellas, pensaba mientras trataba de acomodarse el borde de la campera. Ni hablar de los dolorosos desplantes que le hacía Laura, al recordar eso sintió una punzada en el pecho y una pequeña lágrima corrió por su mejilla.
La velocidad en el rostro le despejó aún más sus pensamientos; ahora
estaba claro que huía de esa vida que había construido a costa de sus
propios sacrificios y modelada y diseñada por extraños que decían
interesarse por él. El pelo largo que tantos reproches le había valido
por parte de su padre, alimentando sus infinitos prejuicios y sus
hirientes comentarios, se tensaba tras su cabeza tironeado por la fuerza
del viento.
Imprevistamente, un grito le brotó por la garganta, se fue agrandando a
medida que avanzaba hacia afuera y se potenció en su paso sobre la
lengua. Desde afuera parecía un grito de terror pero bien sabía él que
era un grito de libertad, la contraseña que todos saben y que nadie usa.
Se sintió poderoso, capaz de todo y entornando los ojos se sumergió aún
más en la velocidad.
En un giro, recordó también el desprecio que sintió en la escuela, el aislamiento al que lo condenaron sus compañeros y la angustia que le hicieron tragarse por tantos años y se le anudó la garganta de bronca. Por fin se iba a sacar este peso de encima, qué mal les había hecho él para que lo trataran así.
Ahí en el veloz desplazamiento encontró que lo que siempre había sospechado, lo que nunca había
podido ver con claridad y ahora se le presentaba sencillo, incluso hasta
obvio. Desdeñó lo trivial y frunció el ceño menos de un instante por
algo que le pareció importante: ¿quién le daría de comer a Chester, su
gatito?.
Pero incluso esta cuestión dejó de tener importancia cuando el movimiento uniformemente acelerado de su cuerpo terminó en el momento en que su frente se estrelló contra la vereda.