sábado, 28 de febrero de 2009

Al mismo tiempo

La idea de que el mundo gira y gira, que no para, que las vidas que soporta continúan indiferentes unas de otras pero conectadas de alguna manera, que un acto desencadena otro acto aún sin saberlo, me surgió como un disparo. Me di cuenta de que para algunos mi presencia les era indiferente y para otros mi ausencia sería una catástrofe, que estando en un lugar, el mundo tiene otros momentos y realidades, otras vidas y sentimientos que no necesitan de nuestra presencia.

Al mismo tiempo, mi hermana estaba tomando mate con una amiga, hablando sobre la desgracia de su esposo de tener que levantarse a las cuatro y media de la mañana para entrar a trabajar en la remisería. Pensaba que no era justo que hiciera tanto esfuerzo para ganar ese mísero sueldo y eso la rebelaba y preocupaba. Su amiga estaba de acuerdo en que era un trabajo complicado pero no dejaba de tener su mérito.

Entretanto, su esposo gemía y transpiraba sobre el vientre de la dueña de la remisería, acariciando su lacio pelo que mantenía ese color negro con tinturas y baños de crema excesivamente caros. Pensaba en lo fuerte que estaba y en lo firme que tenía el trasero y que esperaba no tener que trabajar tantas horas como compensación. Ella creía que era su obligación mantener contentos a sus empleados, se esmeraba mucho y no guardaba ninguna culpa en su conciencia.

Al mismo tiempo, el ahijado de mi hermana, de catorce años, corría en la pista de atletismo a las órdenes de Gerardo, el profesor de gimnasia. No pensaba en nada, sólo llegar a la meta lo más rápido posible: les habían prometido la posibilidad de participar en un torneo intercolegial y quería lograr formar parte del equipo. Observando el grupo que se esforzaba en la pista, el profesor soñaba con las instancias finales en Mar del Plata de los Torneos, con las medallas y el regreso triunfal, mientras gritaba dando ánimos a los chicos.

Entretanto yo peleaba con esta idea, no podía aceptar que cuando yo no esté no se produzca ningún cambio; ¿es que no soy capaz de influir en nada? ¿Nadie sentirá un pequeño cambio, un vacío en donde solía estar mi cuerpo? Palabras que dije no serán recordadas y fotos en donde aparezco serán quemadas, me dije con rencor.

Al mismo tiempo mi mujer, que trabaja todo el día en el hospital, haciendo doble turno y cubriendo francos de las perezosas que tiene como compañeras, pensaba en mí, y con una sonrisa en el rostro, sacaba una muestra de sangre del brazo de un paciente. Pensaba que al regresar tendría que escuchar mis lamentos y quejas, pero eso no le importaba, yo estaría allí con ella y eso era lo único que importaba. Las otras empleadas tomaban mate en la cocina y se ponían de acuerdo para salir el fin de semana, aunque sería necesario pasar parte de enfermas y pedir que alguien cubra el turno.

En ese momento, mi amigo Ernesto, compañero de aventuras de adolescente, escribía concentrado en su monitor un artículo sobre la cosecha de cebollas que saldría en la edición matutina de un gran diario del sur argentino, consciente de que su esfuerzo sería olvidado en un par de días, tapado bajo la marea creciente de noticias cotidianas. En esa reflexión estaba cuando recibió mi llamado; qué haces loco, le dije, acá, laburando un poco, estoy complicado con los tiempos de entrega, y vos? me preguntó a su vez, todo normal, con ideas locas en la cabeza. Que raro vos, siempre empleando el tiempo para sacudir las neuronas, ironizó. Te dejo que tengo gente, le dije, después te llamo y armamos un partido para el sábado. Saludos y hasta dentro de un rato.

Al mismo tiempo, mi jefe escribía una carta donde agradecía a todos por el esfuerzo y las ganas de trabajar pero que el hilo del carretel se le había terminado, que todos sus intentos por llevar adelante la empresa habían sido vanos y se despedía con frases agónicas. Finalizó el trámite tirándose bajo el tren delantero de una F-100.

Creo que todos tienen mucho para ofrecer a la vida y a los que los rodean. El aprendizaje diario nos deja exhaustos y puede parecer caótico. Hay mucho que hacer, no alcanzan días de veinticuatro horas para quedar satisfechos. Sin embargo, todos aprendemos de todos y aún sin querer nuestros actos dejan huella, marcas que perduran en el espíritu de los que nos aprecian. Y esos recuerdos son los que nos mantienen vivos aún después de dejar de respirar. Y es en definitiva, nuestro grano de arena que sostiene y forma parte de una gran montaña.

miércoles, 25 de febrero de 2009

Bitácoras del exilio [3]

Día 4: ¡No podés!
No podés traer a tus empleados a una capacitación y darles un hotel sin pileta en verano, lejos del centro de Buenos Aires y... ¡con media pensión! ¿Pueden creer que me tengo que pagar mi comida?

No podés tener un edificio que huele a excremento de murciélago, no podés.

No podés tener un televisor LCD pantalla plana en el lobby del hotel y poner, primero las novelas de Canal 9, las primicias de Crónica y el desparpajo plebeyo de Policias en acción.
Así no puedo concentrarme.

No podés tener en vista el trabajo con el que todo el mundo sueña y pensar en renunciar antes de empezar. Sabélo, estas desperdiciando tiempo.

No podés decir "sori" todo el tiempo; si lo vuelvo a escuchar me voy a sacar de mi centro y te voy a empujar con todas mis fuerzas al medio del río.
¡He dicho!

martes, 24 de febrero de 2009

Bitácoras del exilio [2]

Día 3:
Ya superado el jet-lag, comenzó la ardua tarea de forzar la entrada de 67 páginas tamaño A4 en un lapso de 3 días en el escaso espacio libre que queda en nuestros cerebros. Además, la pantalla se incrusta impiadosa en las retinas del grupo, voluntarioso y preguntón. La cabeza empieza a crujir, los estómagos se quejan y las pelucas se despeinan.
A la salida del curso, el vientito proveniente del río nos obliga a buscar cobijo. Ya es el fin de la temporada estival, y se está empezando a sentir.
En un apartado familiar, quien les habla tuvo la posibilidad de concretar una reunión con mi hermana. De una forma de ser completamente diferente, su espíritu independiente no la ata a ningún compromiso protocolar, por lo que tuve que prescindir de la guardia armada y el traslado en limusina blindada. Puestos al día con nuestros respectivos currículos, nos tomamos una Estela Artuá y comimos algo livianito al pie del monolito céntrico.
Del curso, ya no me acuerdo nada y no creo que sea capaz de poder hacer una transacción correcta. No importa. Pagarán por ello mis contribuyentes.
Correspondencia confidencial para los Ciudadanos.

lunes, 23 de febrero de 2009

Bitácoras del exilio [1]

Día 1:
Ya a punto de iniciar una nueva jornada, en las entrañas de esta ciudad, debo hacer algunas confesiones. Dejé atrás una nube gris de copos de cenizas y ¿que encuentro? una nube gris de vapor de lluvia. Bueno, de esto no me quejo. Ahora, es una costumbre que yo ignoraba o ¿es realmente necesario aplaudir cuando el piloto del avión aterriza de manera correcta el avión? Por lo menos, es un trabajador que hizo bien su tarea (¿?).
Luego de recuperar contacto con la superficie de la tierra, todo discurre con pasmosa tranquilidad. El equipaje no se perdió. El remis estaba esperando. En cualquier momento se abre un abismo sin fin y desaparecemos en un mar de lava, pienso sorprendido.
Instalado finalmente en un lugar seguro, estimo un campo de refugiados o, espero, un country para celebridades, por lo alejado y aislado, intento salir a recorrer el centro de la urbe, aunque sin éxito. Paseo por el perímetro de la jaula y alcanzo a ver las aguas marrones, espesas como café con leche del río.
Me tranquilizo.
El río tiene ese poder de transmitir su sabiduría de siempre avanzar, su densidad que es paz.
Vuelvo bajo techo y le doy prioridad a cosas más mundanas, más básicas. Este tostado de pan casero está muy bueno.
Correspondencia confidencial para pobladores de la Ciudad.

viernes, 20 de febrero de 2009

Plan de contingencia

Dejemos las cosas claras desde el principio: si quien les habla desaparece tapado por una capa poderosa de ceniza (o de cualquier otra manera) esta Ciudad literalmente perecería en el ocaso infame de las catástrofes naturales o en la clausura amarreta por parte de Blogger.
En cualquiera de los casos, mi Gabinete de Gobierno reunido en plenario ha decidido mudarme en forma transitoria y por dos semanas a la París de Sudamérica, con el fin claro de preservar mi valiosa humanidad, aunque encubierto con la excusa de reuniones, cursos y capacitaciones.
Aprovecho esta oportunidad para dejar una serie de proyectos de ordenanza que los que sobrevivan deberán aprobar sin más:
1- Se prohíbe en forma terminante la competencia comercial desleal. Todo lo que no sea trueque y venta ambulante, queda prohibido.
2- Unificación del huso horario para todo el país. (¿qué es esa pavada yanqui de hora del este/hora del oeste?).
3- En pro de un planeta sin contaminación, se comienza la construcción de un complicado trazado de bicisendas, solicitadas por los Amigos del Pedaleo (sociedad sin fines, como la cadena).
4- Establecimiento de las jurisdicciones laborales, a saber: la empresa que contrata un empleado le debe conseguir alojamiento a no más de 15 cuadras de distancia.

Mis queridos ciudadanos, la próxima comunicación será a salvo desde Costa Salguero.
Publíquese y coméntese!
Int. Etienne

martes, 17 de febrero de 2009

La mesa maravillosa

El patio del pub invitaba al ocio. Espacioso, con varios sectores apartados de dudosa oscuridad, era un oasis de aire puro en el páramo del vicio. La atmósfera veraniega, sofocante durante el día, encontraba en los pliegues de la pared de revoque grueso un atemperador del fresco de la madrugada. Había en toda su superficie solamente un mueble, una mesa de jardín, de duro plástico y un agujero en su centro. A las cuatro de la mañana de un viernes de un fin de semana que no destaca en el calendario, Lalo, uno de esos personajes asociados a la noche, de pelo largo y peinados rulos se acercó a la mesa, arrimó una silla y con mirada lánguida miró a Cele y Eloísa, invitándolas con discreción.
- Estuve a punto de cometer un error - dijo Lalo con un susurro-. Casi no vengo. Tenía un asado con los preventistas de Lever.
Eloísa sonrió y emitió unos sonidos apagados mientras lo hacía. El vaso lleno de fernet con cola mantenía el equilibrio en su mano derecha mientras que con la izquierda pellizcaba a su amiga. Enseguida vino el Ciego, un noctámbulo que trabaja en la confitería del centro y en sus noches libres frecuenta los bares para mantenerse en forma y se sumó al grupo de la mesa.
- ¿Qué hacen mis bellezas? - casi gritó. -¿Listas para casarse conmigo? - esto fue más como un suspiro mientras se sentaba.
- Eso pasará el día que me crezca la barba - dijo Cele, una rubia preciosa de ojos pardos, con finos cabellos y poco vello en su tersa, suave piel.
- ¡Uy, que maldad! No seas así con el Ciego, rubia - la amonestó Lalo, aunque en su voz se entreveía su satisfacción.
- Recién llego de afuera, vengo de ver al Gurí y me dijo que el lunes es feriado administrativo. ¿Armamos algo para el domingo? - dijo sin más trámite el Ciego.
- Todavía no animamos la noche - dijo Eloísa con evidente animosidad.- Estamos esperando que pase algo.
Estas frases salidas de la boca de esa morocha delgada pero de formas generosas, contundentes, fueron un mazazo en el balance de la charla.
- Ey chicas, ¿qué hacen con estos jovatos? - terció el Coti, uno de los dueños del pub. - ¿Les traigo algo para tomar?
- Algo más de lo mismo. Estamos con mucho calor y sed.- dijo Cele mientras hacía un guiño que vio solamente Lalo.
Al fresco de las bebidas, la charla se animó un poco más, dejando de lado las tensiones. Sin apuro, Lalo sacó un cigarrillo de esos con filtro de cartón y lo encendió cubriendo la llama del viento con su mano izquierda. El Ciego estaba contando una pequeña discución de clientes en la confitería mientras las chicas lo escuchaban sin interés. De repente, un grupo de chicos salió al patio arrastrando a un amigo que necesitaba un poco de aire fresco. El ánimo de la mesa no se alteró, miraban muy divertidos la escena.
- Las veces que te habrán tenido que sacar así, en ese estado.- comentó divertida Eloísa a su amiga.- De las mías, la verdad que no me acuerdo. -agregó y luego largó una graciosa carcajada que hacía estremecer su generoso pecho, y por consecuencia los globos oculares de los hombres.
- No te hagas la boluda, si el fin de semana pasado terminaste así. - la condenó Cele. - De hecho, podrías hacer un libro, con varios tomos.
-¡Uh, qué bárbaro! Que amiguita que tenés, cómo te mandó al frente.- dijo el Ciego desde atrás de un vaso de cerveza.
- Hay que mantener la dignidad. Y si no se puede, que sea ahogada en alcohol.- Lalo cerró el diálogo con energía.
El patio comenzaba a iluminarse, el ruido era cada vez más lejano. Los ojos cada vez más escondidos tras los párpados. La mesa maravillosa estaba callada, hundidos los pensamientos en el regreso a casa. Otra noche de fin de semana se acababa. Aunque tal vez, lo realmente maravilloso recién empezaba.

sábado, 14 de febrero de 2009

Otras ciudades [3]

Bariloche (RIO NEGRO)

Invierno 1983: La colina blanca, resplandeciente y helada lucía inexpugnable. Desde la estatura de mis 6 años parecía una cordillera. Las manos agarrotadas por el frío sujetaban el culipatín, un artefacto de plástico que servía de deslizador. La bajada, entre risas y porrazos era el súmum de la diversión. Lástima que había que volver a subir...

Enero 1996: Los recuerdos son borrosos y aturdidores. Borrosos por la resaca. Aturdidores por la música, el baile de los promotores, los baños de barro y las mujeres que miramos y no tocamos. Mi alma perdedora nunca entendió el deseo de estos seres en época de egresados. Recuerdo, eso si, que nunca estuve más contento de terminar el secundario.

Enero 2000: Nuestro primer viaje solos, a poco de conocernos. Solos es una manera de decir, pues nos acompañaron dos amigos. El marco del lago Nahuel, las excursiones al Gutiérrez y la isla Huemul y el Circuito Chico en bicicleta y las noches en el 1970 (pub de época) son perlitas en donde la joya se la lleva una carrera cuesta arriba por una calle de tierra a las 2 de la mañana para concretar la gloria eterna.

Febrero 2009: Hay que aprovechar los francos dobles. El verano sigue siendo buen tiempo para alojarse en un hostel, hacer una caminata a la Cascada de los Duendes y caminar por la costanera. Cerveza a granel, fiambre para el almuerzo y turistas chilenos por doquier. El azul del lago y el verde de las lengas y ñires renueva la magia.

miércoles, 11 de febrero de 2009

Desaparecer

En el aula siempre estuvo entre los del fondo, aunque nunca molestó a nadie. Lo más cerca que estuvo de una amonestación fue en una ocasión en que por su naturaleza haragana, por no caminar tres pasos hasta el pizarrón, arrojó el borrador con muy mala puntería (o muy buena), y partió un vidrio que estaba al costado del escritorio. Eso y las consideradas malas compañías le aseguraron una reputación exagerada, insospechada en el colegio (y en su casa). El clima, frío en invierno y húmedo y cálido en verano, desarrollaron en los pulmones de Joaquín un asma crónico que sólo lo molestaba cuando se excedía con la noche o en situaciones amorosas al aire libre. Además trabajaba en algunas changas con el padre o algún conocido que le ofrecía ser ayudante de albañil o pintor, pequeños ingresos que le permitieron en dos años y medio de dedicación armar un Renault Gordini para darle a su travesía nocturna un toque de distinción. Alto, pelo ordenadamente despeinado, campera de jeans gastada casi hasta lo imposible, caminaba por el boulevard a las siete de la tarde, con esa media luz entre penumbra y enceguecedora, típica del atardecer otoñal. Las vidrieras de los comercios le llamaron la atención; se quedó mirando una remera que le calzaría de maravillas a su guardarropa. Su mente estaba en otro lugar, pensaba en ella. Se fue sin decirle mucho, tomó el tren y no miró atrás. Prefería pensar que era para que no la viera llorar. Había sido muy importante en su vida y ahora se encontraba solo, a la deriva. Metió las manos en los bolsillos, muy al fondo y enfundado tras el escudo de los lentes oscuros caminó hasta la esquina. No te encariñes demasiado con nada, pues todo es pasajero. Nada queda, todo sigue de largo. En la vida no tenés a nadie más que a vos mismo, se decía y el corazón se le comprimía contra las costillas. Arrastrando los pies, cruzó la avenida culpándose de su partida. Algo no había hecho bien, en algo había fallado, él no encontraba motivos para justificarlo y por eso creía que se debía a él que ella no hubiera mirado para atrás. Sus amigos lo esperaban frente a la fuente para ir al parque. Los últimos calorcitos empujaban a la gente a aprovechar el verde profundo para charlar y tomar unos mates. Su apatía no desapareció al unirse al grupo y cobijarse en el eléctrico afecto adolescente; en silencio repasaba los momentos que había compartido con ella, agonizando con cada imagen. Los ojos vidriosos velados en su ausencia esquivaban miradas llenas de preguntas de los chicos. No iba a permitir que el olvido invadiera su recuerdo, mientras miraba en dirección a la estación. Los proyectos para el fin de semana, conseguir algo de plata para salir y con quién se iban a encontrar eran temas que llenaban la conversación caprichosa y sin orden. Nada de eso le interesaba, su rostro juvenil estaba teñido de sombras, una oscura tormenta interna le enfriaba la piel y alimentaba su retraimiento. El lejano sonido de una formación del ferrocarril le llegó como una descarga eléctrica, una señal inconfundible entre la bruma. Balbuceó una excusa, que tenía que ir a ver a su hermana por un asunto familiar, rechazó la oferta de compañía de uno de los chicos, y lentamente y con la mirada baja fue dejando el parque. En el momento en que pasaba por sobre el puente, una sucesión de imágenes familiares se le presentaron como en una película dentro de su cabeza y le generaron incomodidad; entreveía una historia que nunca le contaron, que nadie quiso recuperar del pasado, de la cual él nunca hizo muchas preguntas ni a su padre ni a su hermana. Adivinaba silencios, aquellas reacciones se le hicieron más justificadas, veía las piezas del rompecabezas ubicarse lenta pero consistentemente. Furioso porque lo habían obligado a permanecer al costado de su propia vida aceleró el paso y llegó en cuestión de nada al cruce con la avenida de circunvalación. Que en su momento lo hayan marginado, bueno eso ahora no tenía remedio, pero que no le hayan dado la oportunidad de emitir su propio juicio, de escuchar de su boca lo que había pasado, eso lo ponía de muy mal humor. Se sintió invadido por una profunda soledad, desamparado. En la vida no tenés a nadie, se repetía, ya casi en un murmullo. Ni siquiera a mí mismo.
En ese instante, el pitido de la locomotora se hizo continuo y melancólico. La hermana de Joaquín sintió de pronto la ansiedad de aquellos que pierden algo importante.

sábado, 7 de febrero de 2009

Crónica de la mirada errante

Creo que todos en alguna medida cultivamos alguna excentricidad, en general inofensiva. Manías, hobbies, coleccionar objetos, rutinas, frases hechas y tener un alter ego en blogger, son las más comunes.
La mía (es decir, una de las mías) involucra a mucha gente inocente que ignora las causas de verse involucrada en este juego psicótico, aunque no tiene chances ciertas de liberarse.
Se trata de implantar un recorrido fijo, en un horario fijo. Todos los días, a la misma hora, caminar desde un punto a otro, siempre por el mismo lugar (no, esta no es la manía) para lograr tras un cierto tiempo la identificación de personas que realizan otro recorrido similar que les obliga a cruzarse conmigo de frente.
Y ahí, si. La idea es mirar a los ojos, fijamente. Al principio, con timidez, pues no sabemos si generará rechazo (onda, qué estás mirando pervertido?) y con el paso de los días, una vez que entro en confianza (es una forma de decir) empezar a transmitir emociones. Algunos días, el ceño fruncido, otros sonriendo, en general con cara de dormido. Y tratar de detectar qué piensa, qué siente, antes de que se sienta invadido/a y acosado/a y cambie el recorrido o renuncie a su trabajo o me pegue una soberana paliza.
No provoca rupturas, no genera soluciones a mis problemas, no me paga el alquiler. Me entretiene en ese trayecto, me ocupa.
Y me conecta.

miércoles, 4 de febrero de 2009

E.T.A.s

Para terminar con el avance galopante de la mediocridad en las huestes públicas, el Poder Ejecutivo (es decir, yo) decidió realizar una serie de capacitaciones.
El sector por el cual se inició fue aquellas personas que están en contacto con sustancias alimenticias (comedores, hospitales, guarderías, etc.) llamados manipuladores de alimentos.
En este caso, el tema eran las ETAs. El capacitador comenzó hablando de reconocer las influencias, conocer las causas y las consecuencias. Luego esbozó la teoría de que todos tenemos el "Gen del hijo de puta" y seguidamente explicó la diferencia entre anarquía (no hay leyes) y anomia (hay leyes pero no se nos da la gana respetarlas).
También citó a Einstein que se supone que dijo: "Todos somos ignorantes, lo que sucede es que ignoramos diferentes cosas".
A continuación del break (siempre hay uno) comentó que en lugar de realizar un control, que es reactivo al problema, lo ideal es hacer un manejo integral ya que es preventivo y no deja cabos sin atar.
Agregó que las habilidades sociales del equipo harían de amalgama en los intereses generales.
Nos aseguró que este curso era inocuo, que no iba a causar daño. Dijo que si lo dejábamos incubar en un reservorio adecuado, en una relación tiempo-temperatura adecuada, seguro que los riesgos se minimizarían.

No sé que habrán interpretado mis empleados, pero les agarró el virus ETA y tengo a toda esta manga de separatistas en la puerta de mi despacho, cantando lemas de revolución, gritando "viva Trotsky y el proletariado", vestidos con remeras de Che y fumando en ronda.
Int. Etienne

lunes, 2 de febrero de 2009

Groso muchacho groso

Durante el fin de semana, estuve exento de mis actividades políticas, más no de las obligaciones caseras. Y entre tanto mover cajas, revistas y otros papeles apareció una agenda de mi último año en la secundaria (ah, que? ya no se llama así?) y dentro de esa agenda muchos recuerdos, en forma de papeles escritos, envoltorios de chocolates y boletos de colectivo.
¿Y quién alguna vez no formó parte de una banda en esa época? Bueno, yo no. Pero digamos que alguien llevaba el amplificador Peavey del bajista y los platillos Paiste de la batería.
Hubo varias bandas, algunas con más y otras sin éxito.
Pero dejaron algo escrito, un tema, que se lee así:

Groso muchacho groso
que vas del gimnasio al club
para vos y todos los tuyos aquí va este blues.

Sos una marioneta
de la sociedad
y manejan tus hilos las minitas que vos te bancás.

Andás en un BMW regalo de papá
andás en un BMW regalo de papá
con todos tus amiguitos de la alta sociedad.

La camisa de la palomita borracha de Old Spice
el suéter del cocodrilo a la espalda llevás
ponés cara de malo pero sos de mamá.

No te hagás el interesante
que no me asustás
a vos y a todos tus giles no los banco más.

LA ESQUIRLA BLUES BAND

Nunca pude cantar, menos tocar un instrumento. Pero para mi, esta es la mejor canción que he escuchado; lástima que no les pueda hacer llegar la melodía.